Querido Sigfredo, Vuelvo a hablarte de la mujer del otro día en el autobús, la divorciada. Como te conté, había estudiado filología inglesa y no tenía plaza, así que trabaja dando clases en institutos, donde la toque. En un momento de la conversación con su recién estrenada amiga del autobús dijo esto que te copio: "El año pasado trabajaba en Potes, fíjate tú. Suspendí a un grupo de los ... [gruñidos varios]... y me rallaron todo el mercedes. ¿Sabes qué hago ahora? Los apruebo a todos. APRUEBO A TODOS. Que el día de mañana sean unos inútiles"
Oyéndolo pude poco menos que indignarme. No me extraña que ande el nivel académico en España por donde anda, con profesores que se dejan llevar por su propia amargura y permiten que los más bastardos pasen de curso, con el único mérito de amenazar, ser unos gallitos y unos quinquis. Así aprenden desde jóvenes lo que de verdad cuenta en la vida.Después lo pensé un poco más. En un tiempo en que los niños de cuatro años ponen en jaque a sus profesores amenazándoles con decir que les han pegado para que no les obliguen a acabar una página de palotes. Un tiempo en que los padres sientan a sus hijos delante de la televisión porque no tienen tiempo para educarlos. Un tiempo en que profesores y padres son enemigos y la ley pretende crear un mundo aséptico e irracional. Un tiempo en que los niños maleducados se convierten en adolescentes incapaces de esforzarse, asusmir un fracaso, aceptar un "no" y superar la decepción. En un tiempo en que realmente es peligroso suspender a alguien, me pregunte ¿qué haría yo? Y me dió tanto miedo descubrirme dando una de las dos respuestas que ni siquiera me atreví a planteármelo en serio.